
Toco escursión a las Cañadas, tumbrase en la gravilla o saorra que puebla este grandioso Parque Ncional y deleitarnos con el inmenso lienzo que se exponía a nuestro alrededor. Una vez superado el característico mar de nubes de la zona norte de la isla, sólo se obsevaba un esplendoroso cielo salpicado de pequeñas luces, habían millones de ellas, no recordaba un cielo tan plagado, que sólo evocaba paz, tranquilidad, sosiego. Era como ver cientos de luciérnagas revolotenado a mi alrededor.
La noche avanzaba, y diminutas nubes hacían acto de presencia, también con ellas (pero no de su mano) fueron sucediendo unas tras otras las ráfagas de luz, pequeños destellos que iluminaban el cielo. La banda sonora que las acompañaban era un "ooo", "mira esa", "la has visto", "que grande". Un verdadero espctáculo, del que recuerdo más cantidad en otras "ediciones", pero en el mejor marco que podía imaginar. Bajo las faldas del Teide, rodeada de buena compañía y con una foto inmejorable en mi memoria. Fantaseo...
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