Te sentaste a mi lado, consciente de que simplemente me bastaba tu presencia. Quiese evadirme, y como en otras tantas ocasiones recurría a las páginas de algún libro. Pero esta vez no era lo mismo. Necesitaba de ti. Tu olor, el susurro de tu respiración, tu brazo sobre mi hombro, tu calor... Ávido por sosegarme me brindaste tu presencia, en esta ocasión en compañía de tu silencio. Silencio. Que poco lo valoramos. Me devolviste toda la confianza que por instantes había desaparecido. Sin una palabra. Simplemente tú.
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